La música sonaba alto, todos se sentían
cómodos. La cerveza se regaba por el lugar, había de sobra, todo era hermoso,
las mujeres también, se contoneaban de un lado a otro, sus rostros pálidos,
estirados, limpios, puros, excitados. El cuarto era pequeño, casi no se podían
ver sus dimensiones, el humo llenaba la habitación. Yo me sentía sin piso, como
cayendo todo el tiempo, apaciguado y feliz, las bromas eran mas graciosas que
antes. La cantidad de personas no pasaban mas arriba de las cien, pero no
podías volver a ver a alguien, si querías hablar con alguien, tenías que correr
y tomarlo, no dejarlo huir. Yo intenté pescar a una chica toda la noche; de
cabellos largos y rojos, de sonrisa tenue y de ojos redondos, fina, no muy
alta, la había visto en dos ocasiones; la primera le había sonreído, pero al
acercarme una avalancha de hombres se me puso enfrente esperando algo de mí,
les di un cigarro y continuaron su camino. La segunda; yo salía de baño, y ella
estaba enfrente de mí, se servía algo del refrigerador, se encontraba con sus
amigas, quienes carcajeaban y hablaban lo mas alto posible, pero no me daban
miedo, me acerqué y una de ellas me hizo platica, la chica que buscaba aún
estaba distraída con el contenido del refrigerador, ya la tenía en la mira, así
que seguí platicando, eta muchacha era mas exuberante; una morena de
proporciones suspirantes –si saben a lo que me refiero- hablaba sobre si me
gustaba su ropa, se acercaba y me acariciaba, le hablaba pero no coqueteaba, la
chica de los cabellos rojos volteó y nos sirvió un trago, le di las gracias,
pero escapo a algún lugar mientras su amiga me robaba un beso. La aleje y giré
sobre mi mismo, no estaba ella. La música sonaba fuerte. No la había visto, las
horas pasaban, me quede esperando en la puerta de la entrada, pero ella no
aparecía. Muchos hablaban de la escuela, de teorías, de proyectos, hacían
bromas, besan a otros, besaban a otras, algunos ni se conocían, pero no era de
extrañarse; los mas abusados para esto de la carne eran los que estudiaban
medicina, lo que les caía era perfecto para ellos, a los poetas los dejaban en
la lona, no había como competirles, pero hacían la lucha, “hablan demasiado”
dicen las mujeres. El alcohol continuaba sin acabarse y la fiesta continuaba
sin quejas. Una mujer se acercó a un hombre que estaba frente a mí, le dijo
algo al oído y fueron a uno de los cuartos. Desistí de esperarla, me entretuve
en una conversación sobre cine. La música fue cambiada varías veces, un alma
noble y sabia puso un disco conocido por todos, empezaba una guitarra, largo
rato, y todos callamos, algunos se sentaron; un pandero nos indicaba la voz, la
voz de Jim Morrison habiéndole el amor a la habitación, todos dejándose acariciar
por él. Muchos cerraron sus ojos, unas nenas se pararon y en medio empezaron a
bailar, de entre ellas salió mi chica; bailaba y tocaba a su amiga, la besaba y
la volvía a tocar, era de lo más exótico que se había visto en toda la noche.
Ella me miraba, y yo a ella, nos sonreíamos, la música continuaba, nos
acercamos como si no hubiera nadie en esa habitación, me besó, su beso era
fuerte como un golpe, pero sabía bien, sabía a dolor, nostalgia, poder y
alegría. Su cuerpo era cálido, como cuando me lo imagine, pero mejor. La besaba
como si la hubiera conocido desde siempre, me tocó como si no hubiera tiempo,
la noche no acababa y no acabaría nunca. La música continuaba, nadie escuchaba
la voz de Morrison con atención. Yo ponía mi mano en su rostro, me dijo que no
había peligro, que éramos eternos y le creí, yo le dije que no tenía nombre, la
música era más tenue. Le mostré el cuarto y me siguió, todo fue de una
velocidad lenta a rápida, cambiante en un segundo, la besé, y le acaricié el
cuerpo, ella era un animal y yo la intentaba domarlo, era mas fuerte que yo,
era una batalla pareja, y ella ganó al final. Pero continuamos; sonaba un
teclado y una batería; ella apago la luz, y yo la besé, cada beso era nuevo,
todo lo olvidé; mi nombre, el suyo, el trabajo al que tenía que llegar, la
vida, la pensión, la familia, mis pasiones, porque la tenía a ella y ella me
llenaba el estomago y yo a ella, nos acariciábamos y era como si un vagabundo
comiera en un restaurant cinco estrellas, incluso la comida le sabría mala,
porque es demasiado buena. Dios nos escuchaba porque estábamos rezando y le rezábamos
para sobrevivir al final del día, rezábamos como lo hacían Adán y Eva en el paraíso.
Pero nada era tan fácil, porque no eras tan fuerte y nos separamos, ella me dio
un último beso y salió a la fiesta, fui corriendo pero al abrir no había ella.
Sentí que la habitación estaba vacía, pero estaba hastiada. Me mareé por un
momento, no me sentía bien, y me dieron algo que no reconocí, sentía los
colores, veía los olores, no se puede describir, solo sé que así era, y todo
volvía a ser eterno, yo empezaba en la puerta del departamento y terminaba en
Siberia, en China, en la matanza de Tlatelolco,
en los palacios aztecas y mayas, pero no entendía porque me identificaba
con las ruinas, con los países subdesarrollados, con los crímenes de guerra,
estaba en la puerta y la luz se había acabado. La mitad de la gente olía a calor,
nunca estaban solos, y yo la quería encontrar, ciegamente fui hacia un punto y
creí encontrarla, era diferente pero era ella, la música sonaba más fuerte, más
rápida, todo era un suspiro. Ella se inclinó y me hizo el amor, cuando me di
cuenta estaba abrazando a mi destino, a la perfección, a una diosa a la que le
rezaba y sacrificaba primogénitos. La música era afortunada de tenerme, yo a
ella. Hasta que acabo, y la luz se vino y yo también. Nos sorprendimos, algunos
eran diferentes, yo también y ella más que yo, porque ella no era pelirroja,
ella era morena y exuberante. Una lluvia se oyó, la fiesta había acabado, la
luz permitía ver los crímenes que se habían cometido en la habitación, la mas
cruel de todas las orgías, pero nadie hizo bulla, nadie se quejo, muchos se
iban orgullosos, otros solo un poco apenados. La pelirroja me hizo una señal
con el dedo y me acerqué, me besó de nuevo y me dio un rodillazo en mis testículos,
si, la fiesta había acabado.
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