lunes, 9 de abril de 2012

La cabañita de Avandaro


La gorda se contonea al ver la mas mínima señal de mi aproximamiento, se me pega tanto que no me contengo, le digo que se detenga, que esto es demasiado, que me da asco, cierro la puerta y me dirijo a donde vine en primer lugar; a la cocina, que es decente, no como la gorda, el cobre reluce en la habitación, huele limpio, a cloro. Las cucharas brillan, son de plata, son hermosas; sé que alguien las pulió para mi llegada y eso me gusta, salgo de la habitación, tomo el tanque de gas, mi sorpresa es que esta lleno. Mi prima, la gorda me observa, me da tanto asco, solo le sonrío y le saludo con la mano, ella me ve desde afuera, nos divide una ventana y me alegro de que sea así. Todos están afuera preparando nuestro día en el campo; mi madre ha traído la carpa, el inflable, la piscina de plástico, mi abuela las mesas y las sillas, mi hermano la comida, que yo prepararé, por otra parte los niños han traído sus juguetes y sus risas. Mi tío y mi otro hermano nos comparten sus bebidas alcohólicas, que tanto gusta en nuestra familia, que al final somos en total más menos unas veinte personas, la mayoría niños, y los más grandes son contables; mi bisabuela y mi abuela. Los cincuentones son todos mis tíos y mis padres, luego seguimos los jóvenes, que somos yo y todos mis primos. Todo es difícil, porque es la primera vez que lo hacemos, que nos reunimos en el campo y es difícil el inflar la piscina, y levantar la carpa, trasportar el vino y cortar el pan, pero es temprano y las voluntades están abiertas. Algunos de mis primos me quieren ayudar, pero para pinches solo necesito dos, escojo al más grande de los primos y al menor de mis tíos. Mi abuela, mi madre, mi bisabuela, también cocinarán, cocinaremos en la misma habitación pero por separado cada quien escoge sus ingredientes, por la ventana el día se ve estupendo, soleado como ninguno y los niños corriendo. Hacemos unos emparedados para contener el hambre y para que a los niños no se nos mueran en medio de ese hermoso sol. Las platicas en la cocina son inmensas, las risas también, pero después de diez minutos todo se calla, solo se oyen ordenes para cocinar, picar, moler, lo primero que se hace es la masa para las empanadas que cenaremos, el arroz ya esta hecho, se saca a la mesa central, por mi parte se asan las carnes, el chorizo y los nopales, mi abuela hace una salsa que pica, mi bisabuela una salsa que enserio pica, y mi madre hace una tercera salsa que no pica nada, tenemos una asistente que me hace tortillas gigantes, como las que no hay en la ciudad y saben exquisitas, ella sabe es que lo único que tocará de comida durante el día serán esas magnificas tortillas y todas se nos darán, por ello ella ya viene comida, ya ha trabajado con nosotros. Después de unos minutos, las salsas, las carnes y las tortillas salen, los niños dejan de jugar y se acercan, pero los adultos los detienen, hay reglas, una de ellas es lavarse las manos y se las lavan y los adultos también, se las lavan en la cabaña con jabón y todo, por nuestra parte taqueamos dentro de la cocina, mi abuela, mi bisabuela y mi madre están disfrutando del calor del día, yo sigo adentro con la tortillera, yo hago el relleno de las empanadas, deshebro el pollo, hago en rajas el chile para que no pique y corto las aceitunas, pelo la cebolla y continuó sin parar; la harina se cae, la tortillera lo limpia y se lo agradezco. La carne se acaba rápido y tocan a la puerta, me siento extraño, señalo la parrilla ahí hay mas carne. La música suena, el día sigue siendo hermoso, algunos se han metido a la piscina. Yo estoy contento, el vino esta aquí, está allá, y se acaba y les doy otra botella. Las cosas continúan y por fin meto las empanadas al horno, piden más carne y se las doy, el vino esta riquísimo, las cebollitas las han cocinado un día antes. Pero continuo cocinando, los niños no tienen agua y el agua sola no les gusta, hago un agua de limón, pero quieren refrescos, sus madres los castigan, no quieren que tomen refrescos, como castigo esta mi agua, algunos niños lloran, al final se la toman y quieren mas. Los niños juegan y los adultos también, uno de mis tíos esta borracho, pero borracho de cerveza y nadie le critica nada, la mayoría de ellos están separados, la mayoría de ellos se han vuelto a casar, entre los niños hay tantos bastardos, que es hermoso ver a tanto niño diferente aun entre hermanos, me da risa ver a los rubios, los morenos, los ojos grises que heredaron de la bisabuela, las marcas que son de nacimientos, los diferentes tamaños, las diferentes pieles y por fin de vez en cuando se ve una similitud. Tanta raza junta me gusta, y me gusta cocinar, y hago más carne y me piden mas agua, yo tomo más vino, la música suena más fuerte, todo es “más” siempre “más”, y como hay se los doy. La gorda también anda un poco borracha, los niños no se cansan, los bebes se duermen y las madres los arrullan. Se me ocurre cocinar una crema de champiñones para las empanadas, saco la botana y los niños se me juntan, me libro de ellos poniéndolo en la mesa, el campo huele bien, afuera del terreno hay caballos y el dueño nos dice que si tenemos vegetales les podríamos dar de comer, yo les cedo unas zanahorias, los caballos parecen niños al ver la comida. Las pieles de la familia se enrojecen por el sol y el baile comienza, huele hermoso, las empanadas están listas y las saco, la tortillera esta por irse, ya nadie quiere carne, pero si vino y agua de limón. Todas las mujeres bailan, las niñas toman a otros niños y los hacen bailar a la fuerza, una que otra pareja desaparece de la escena y se mete alguno de los cuartos de la cabaña. La noche se avecina y queremos taparnos se sacan cobijas y chamarras, se hace una fogata, se sacan los bombones, las salchichas, si hubiese tenido un día mas habría hecho barbacoa. La crema de champiñones se sirve caliente y todos la reciben en sus platos, las cucharas son hermosas, comemos, acerco las empanadas y todos toman una, los niños están felices, todo sabe exquisito. Cuando acaban toman palitos largos y se asan los bombones, uno que otro se dirige al baño, y todo continua, todo esta para continuar y no acabar. Los niños gritan y cuentan historias, los grandes hablan de sus problemas, se apapachan, los borrachos ya están dormidos en algún cuarto, ya no hay música, se acaba el ultimo bombón y se trae mas, todo esta de sobra, la fogata se extingue, pero los niños se portan rebeldes y le agregan mas madera, pero son torpes y la ahogan, nos dirigimos a los cuartos, son muchos, cabaña de tres pisos tiene dos baños, una cocina, un comedor y lo demás en cuartos. Pero la borrachera no tiene fin; en el comedor con café, pan, whisky, botanas, té, algunos con leche, pero esto continua, las platicas son un mas fuertes, los niños están dormidos. Yo no oigo toda la plática, no soy tan fuerte como mi abuela o mi bisabuela, quienes parecen que no duermen. Yo me quedo dormido con mi mano como apoyo y continuo durmiendo, durmiendo feliz, gordo y borracho. Hasta que al día siguiente nuevamente me llame la cocina para preparar el desayuno, pero por el momento solo soñaré los posibles desayunos que les prepararé; quizá unos hot cakes, huevo con jamón o a la mexicana, carnero, pero me tendría que parar muy temprano o no dormir, pan francés, leche, café, pan, té, baguete, sándwich, ensalada, un poco de todo, cocinar sin parar, eso me gusta, al fin y al cabo todos piden, todo el tiempo “más”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario