lunes, 26 de marzo de 2012

Del sur

Vivimos lejos y siempre hay polvo, mis ojos se sienten extraños y siempre estornudo, mi madre y mi abuela no lo hacen, mi piel blanca se quema en el sol de este lugar. Tengo pocos años de vida y mi existencia es extraña, me siento extraña; mi abuela me hace trenzas como las suyas pero no son iguales, mi cabello es delgado y brilla como el sol, el suyo es duro y es mas negro que la noche. Nunca le he visto a mi abuela una cana. También sus ojos son diferentes; son negros y profundos, en el río veo los míos y son limpios, grises como inocentes. Pero me parezco a mi abuela, no puedo entenderlo; tengo sus manos y sus pies; trabajo y camino como ella, me siento orgullosa por ello, mi abuela es la persona mas fuerte que he conocido. Mi padre murió hace mucho tiempo, pienso que se ha de parecer a mí, nadie nunca habla sobre él. Mi madre me habla de las necesidades de conseguir un buen esposo, por eso no salgo de casa y si salgo voy tapada. Mi abuela sonríe y me peina, me cuida, me consiente, soy la única que usa zapatos en vez de huaraches, me dice que es por mi bien, que no me puedo lastimar. Me gustan los domingos; en esos días mi madre va al mercado y cuando regresa (en la noche) nos trae comida riquísima.

Mi madre y mi abuela fueron juntas al pueblo, me advirtieron que no saliera de la casa, pero no hice caso y me salí, jugué como había jugado siempre que ambas salían, pero vi a lo lejos una gran polvareda que se acercaba hacia la casa, corriendo me metí a mi casa y cerré, alcance a ver por en un hoyo de la puerta que era una carreta, cada vez se acercaba mas y mas, hasta que se detuvo enfrente de mi casa, abrí los ojos por miedo a lo que veía, me oculté atrás de la jaula de los guajolotes, y se oyeron pasos, después se oyeron voces, reconocí una, era la de mi abuela, aun así seguí sin salir tenía miedo.

La puerta se abrió y varios hombres y mi abuela venían como conversando, pero yo no me sentía segura; tenía miedo, miedo de esos hombres con uniforme color caqui y sus rifles, miedo de que mi madre y mi abuela les hablaran como si ya los conocieran, miedo de aquel hombre, el más viejo de todos, que se presentó al final con un traje mas elaborado que el de los demás.

-Ven niña, ya te vi, ven a conocer al general- me dijo uno de los soldados mientras me jalaba y me llevaba frente al viejo.

-Ella es mi nieta, ¿no le dije?, qué bonitos ojos, y su rostro es muy fino, dele un año a lo mas y tendrá el cuerpo de una señorita- le decía mi abuela al general mientras me toqueteaba.

-Pues, traigan sus cosas y nos vamos. Le pagaré lo justo y un poco más solo por la confianza, niña despídase, tal vez sea la última vez que veas a tu madre y abuela... Eso así me gusta un abrazo bien fuerte para que no la extrañes nunca. Por cierto, aun tengo curiosidad cómo es que tiene una niña de esa piel y esos ojos -hablaba el general mientras los soldados me subían a la carreta con mi cosas.

-Pues me dirá lo que quiera pero tonta no. Todo esto lo planeé hace mucho tiempo, hace ya doce años cuando vinieron los franceses, los soldados esos güeros y altos. Al acabar la batalla había muchos heridos y mi madre y yo fuimos a ayudar a los nuestros, pero me regresé a mi casa a traer mas comida, pero me encontré con un soldado de azul, era un francés, que estaba delirando, tenía fiebre y una herida, lo metí a la casa y lo curé. Después me regresé con mi madre y le conté lo sucedido. Cuando regresé mi madre me dijo que aprovechara que estaba delirando y caliente, me pegué a él y bueno se dio. No nos duró mucho se murió al mes- escuché decir a mi madre, atentamente.

-!Ah! Qué cabrona es usted, bueno ya aclarado y pagado todo me paso a retirar, les prometo traerla en cuanto pueda, no quiero que se me marchite de tristeza, la boda se hará en León. No se preocupe por nada, por cierto cómo se llama la niña...-le preguntó a mi abuela

-No importa, desde hoy es suya, llame la como quiera. Y no, no es necesario que la traiga aquí ya todos sabemos que cuando una se va, ya no regresa- dijo la abuela sin mirar nada, volteando hacia la casa.

-Por eso me agrada los del sur, saben lo que quieren y ya, no ambicionan nada mas, pues hasta nunca, señoras- Se subió el general, después los soldados y la carreta avanzó.

Me llevó al pueblo mas cercano y nos casamos en una iglesia, o al menos eso entendí. El general me llevaba de la mano a cualquier lugar, nos metimos a unos lugares muy extraños con mujeres con rayas y manchas en la cara, mucho humo y olor a aguardiente, pero me agradaba porque no estornudaba y el sol no quemaba. Al salir de aquellos lugares, el general estaba borracho y pidió al chófer que lo mandaran a su casa, fuimos muy lejos durante toda la noche, yo me quede dormida. Al siguiente día llegamos a otro pueblo, y entramos a una casa, el general se baño y me pido que me bañara con él. Era gordo y prieto. Siempre nos acompañaba uno de sus soldados, era muy reservado, sentía que podía confiar en él, pero esta vez no, ahora estábamos los dos desnudos, y el general me pedía que le tocara aquí o allá, después que le besara aquí y allá. Él me hacia cosquillas con su bigote, pero no me gustaba. Pasaron unos años y me acostumbre a la vida con el general, me compraba todo lo que quería, y yo solo tenia que tocarlo aquí y allá, o emborracharlo cuando yo no quería hacerlo. Al cumplir tres años de casada con él, se desnudo y yo me desnudé como era la costumbre, pero esta vez no me pido nada y subió en mí. Su pansa me pesaba y sentía su pito en mi rodilla, me lastimaba, de pronto con el máximo de sus esfuerzos se introdujo en mí, me dolió mucho y se sentía extraño, no me gustaba estar así, duró poco esa fue la ventaja. Tuve que aventarlo con todas mis fuerzas para que no me ahogara con su cuerpo, ya que se había quedado dormido encima de mí. El general murió a la semana siguiente, y el soldado me robó y nos fuimos a vivir a una hacienda muy lejos de ahí, mis primeros hijos eran morenos, los segundos como yo, a esos los quería más, porque se veían mas limpios. A mi nuevo esposo solo le importaba yo, pero vino la enfermedad que me mató a mi y a dos de mis hijos. Mi esposo no lo superó y se fue de la hacienda, dejando le a mi madre sus nietos.

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